El día que Susana Díaz tomó la decisión de adelantar las
elecciones en Andalucía no imaginó un escenario como el actual, no
pensó que se le iban a complicar tanto las cosas. Casi dos meses han
pasado desde entonces y sigue siendo presidenta en funciones de la Junta. En
tres ocasiones su investidura ha sido rechazada con los votos de la oposición.
Tres intentos fallidos, tres. La posibilidad de convocar nuevas elecciones empieza
a barajarse como solución para salir del actual bloqueo, según ha dicho la
propia Díaz.
Cuando el pasado 22 de marzo los andaluces
acudieron a las urnas, Díaz confió
demasiado en ese fiel votante que ha permitido al PSOE gobernar con mayoría absoluta desde
1978. Un votante que en 2012 no fue suficiente y obligó al Partido Socialista a
buscar en IU el
socio de gobierno que le permitiera seguir dirigiendo el destino político de Andalucía.
Tres años de gobierno de coalición que acabaron con las elecciones
anticipadas. La dirigente socialista culpó a IU de provocar el adelanto electoral.
Acusó a la coalición de deslealtad y de impedirle gobernar.
IU negó la mayor y aseguró que la ruptura se
debía a una estrategia de la propia Díaz para
salvar al PSOE andaluz y a ella misma del desgaste
que, según las encuestas, sufre el PSOE nacional.
Una estrategia ante las elecciones municipales del 24 de mayo y ante las
generales previstas para finales de este año. La presidenta andaluza debió
pensar que si adelantaba las elecciones en su comunidad un año, si las celebraba
antes que el resto de los comicios, evitaría el efecto contagio y saldría
airosa. Su estrategia pasaba por recuperar los votos que devolvieran la mayoría
absoluta a su partido. ¿En qué se basó para ello? ¿Confió Susana Díaz en su poder de convocatoria, en su
simpatía, en el apoyo que recibió de Felipe González? ¿En
las encuestas...?
Lo que está claro es que cometió el gran
error de despreciar a las dos formaciones políticas emergentes, Podemos y
Ciudadanos, que después de las elecciones de marzo se han convertido en la
llave de la gobernabilidad en el parlamento andaluz. Díaz tiene razón cuando recuerda que el PSOE fue el partido más votado. Pero sin
mayoría. ¿De verdad pensaba que el escándalo de los EREs no le iba a restar votos al PSOE, a pesar
de la cantidad de políticos y altos cargos socialistas presuntamente implicados
en el fraude? ¿A pesar, incluso, de la imputación de Manuel Chaves y José Antonio Griñán?
Tal y como está el patio andaluz en estos
momentos, no parece que la estrategia de Díaz de
adelantar las elecciones fuera la más acertada. Ahora se encuentra en minoría y
los apoyos necesarios para formar gobierno se le resisten, por el momento. ¡Qué
tiempos aquellos en el que el PSOE arrasaba
en las urnas! Esos tiempos se han acabado y Susana Díaz tiene que pactar para volver a ser
presidenta de Andalucía. Con IU, lógicamente no va a pactar, por razones obvias.
Con el PP, ni se plantea. Es con Ciudadanos y con Podemos con
quienes anda negociando sin que, hasta la fecha, haya sido posible el acuerdo.
Tres intentos fallidos, tres. La investidura de Susana Díaz que no llega. "Lo pagarán"
en las urnas, ha advertido la presidenta en funciones refiriéndose a los
partidos que, según ella, están "bloqueando, obstruyendo y obstruyendo las instituciones".
"Los socialistas estamos aquí para ser útiles a la sociedad", ha
declarado sin sonrojarse la presidenta en funciones. Vaya, parece que
ahora se ha despertado en ella el sentido de Estado. Cuando fue ella la que
rompió la baraja por un interés partidista. Entonces no le importó la ciudadanía, ni
ser útil a la sociedad. Ahora
apela al sentido de Estado de Ciudadanos y Podemos y, de paso, acusa al líder
del PP, Mariano Rajoy, de estar detrás de esta conjura contra
ella.
Ciudadanos y Podemos, por su parte, le han
pedido la Luna a Díaz a
cambio de apoyar su investidura, sabiendo que ni puede ni quiere darles la
Luna. Y es que ninguno de los dos partidos quiere retratarse antes de las
elecciones municipales del 24 de mayo. Si lo hicieran, perderían el apoyo de
votantes que ven en ellos una nueva forma de hacer política, lejos de los
viejos partidos, del PP y del PSOE,
salpicados por la corrupción.
Una corrupción de la que Díaz se había librado hasta ahora. Y digo
hasta ahora porque acaba de aparecer en escena una adjudicación presuntamente irregular de la mina de Aznalcóllar realizada por la Junta de Susana Díaz. El grupo
Ecologistas en Acción, personado como acusación particular, ha advertido de que
no tendrá reparos en llevar a la presidenta en funciones "ante el Tribunal Supremo, porque
ella ha sido la impulsora de la demencial política minera".
Con independencia de cómo evolucione este
nuevo caso de presunta corrupción en el entorno del PSOE, a
Ciudadanos y Podemos les ha venido de perlas, porque les ha dado el argumento
definitivo para no apoyar la investidura de la dirigente socialista, al menos
hasta después de las elecciones del próximo domingo. Con los resultados en la
mano comenzará el momento de cambiar cromos. La investidura de Díaz por algunos gobiernos municipales e
incluso autonómicos. Y si no, al tiempo.
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