miércoles, 15 de junio de 2016

#26J - EL INMOVILISMO DE LOS CANDIDATOS NO AUGURA NADA BUENO

El 26 de junio los españoles mayores de edad estamos llamados a las urnas para elegir a los diputados y senadores que nos representarán en las Cortes Generales durante los próximos cuatro años...bueno, quien dice cuatro años dice seis meses; y es que, a estas alturas, todo el mundo sabe que la incapacidad de los políticos por llegar a un acuerdo para formar gobierno después de las elecciones generales del 20 de diciembre, nos ha llevado a la situación actual. 
De nuevo estamos en campaña, otra vez los mítines, las promesas, las visitas a los mercados, los besos a los bebés, los bailes...lo típico, vamos, pero en pleno junio, con el caloret a cuestas, los niños sin colegio, las fiestas de San Juan y las maletas hechas para salir de vacaciones ¡Un despropósito!
Aún así, lo que más me llama la atención de este atípico momento político que ya se conoce como 'el día de la marmota', en alusión a la famosa película protagonizada por Bill Murray y que en España se tituló 'Atrapado en el Tiempo', lo que me choca, es que se presenten a estas elecciones los mismos candidatos a la Presidencia del Gobierno que lo hicieron el 20D y han llevado al país a esta especie de bucle; sí, sí, los mismos que fracasaron repiten y, lo que es más increíble de todo, nos piden a los ciudadanos una segunda oportunidad, que reflexionemos bien a quién vamos votar, como si en diciembre hubieramos cogido las papeletas a voleo. 
Mariano, Pedro, Pablo y Albert aseguran que de esta no pasa, que después del 26J "seguro" que hay Gobierno. Si hubiera risas enlatadas como en las series anglosajonas, ahora se oirían las carcajadas. Y es que sólo hay que prestar atención a lo que dijeron la noche del lunes en el famoso debate a cuatro: haremos lo mismo, dijeron con mayor o con menor contundencia. ¡Lo mismo! En ese caso la XII Legislatura puede ser incluso más corta que la XI, que no llegó a los cuatro meses.  
Si van a seguir en sus trece, ¿cómo es posible que afirmen que después del 26J vamos a tener Gobierno? No hago más que darle vueltas al asunto, sobre todo tras comprobar en el debate cómo ninguno se apeó de sus vetos, los mismos que impidieron un acuerdo a finales de abril. 
Puede que alguno crea que los resultados electorales van a ser muy diferentes a los del 20D; que el día 26 un partido logrará rozar la mayoría absoluta y sólo necesitará unos pocos escaños para poder formar gobierno. El PNV y sus previsibles 6 ó 7 escaños están siempre disponibles ya sea a izquierda o a derecha, eso sí, a cambio de las correspondientes contraprestaciones. No parece que eso vaya a ocurrir. 
Según las encuestas - es cierto que los sondeos se equivocan y son lo que son, tendencias nada más - los ciudadanos no les vamos a hacer los deberes a los políticos y es más que probable que los resultados del 26J sean parecidos a los de diciembre, independientemente de si Unidos Podemos y las confluencias se sitúan como segunda fuerza más votada por delante del PSOE o no.
Para evitar esto, para intentar acercarse a la cifra mágica de los 176 escaños, las maquinarias de los partidos se han puesto en marcha y de qué manera. Su principal objetivo es ese 32 por ciento de indecisos que, según el CIS, dice que va a ir a votar pero no sabe a quién. 
La campaña está siendo más de calle, por aquello de no gastar mucho ni cansar demasiado al respetable, con actos en parques, en plazas, en lugares hasta ahora atípicos para los partidos grandes. Los candidatos saludan, hablan con todo el que se le pone delante, bailan como si no hubiera un mañana, comen helado, ponen cañas, y asisten a programas en los que se someten al juicio de niños o se hacen fotos con desconocidos; pero, sobre todo, se graban a sí mismos con más o menos acierto a través de Periscope. En fin, queda aún bastante campaña por delante y seguro que los políticos aún nos van a dejar más momentos inolvidables. 
Lo importante es que el 26 de junio volvermos a las urnas. Dice Albert Rivera que esto no es un problema de personas ni de sillas. Discrepo con él. De hecho creo que la clave de lo que ocurra después de las elecciones en el caso de que no haya un claro ganador, está en las personas, en los candidatos de los cuatro partidos mayoritarios. 
Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera tendrán que esforzarse más (unos por primera vez) para sacarnos del bucle en el que nos han metido, y para ello deberán renunciar a sus intereses personales, a sus deseos de poder, y acabar con declaraciones como las que estamos escuchando que apuntan a todo menos a un acuerdo; deberán sustituir "no", "nunca", "jamás", por expresiones menos tajantes; deberán renunciar a los vetos y ceder, permitiendo con el voto a favor o con la abstención que uno de ellos sea investido presidente del Gobierno. De lo contrario, tendrían que sucederse las dimisiones, si es que no se han producido en algún caso la misma noche electoral, porque una cosa tengo clara y es que los españoles somos capaces de ir a unas terceras elecciones, pero no con los mismos candidatos.  

Los candidatos de PP, PSOE, C's y Unidos-Podemos antes del Debate13J. 













lunes, 6 de junio de 2016

EL MEDITERRÁNEO, EL CEMENTERIO DE LA VERGÜENZA DEL QUE NADIE QUIERE ACORDARSE

1, 2, 3, 4....así hasta 1.083. Este es el número de personas - entre mujeres, hombres y niños - con sus nombres y apellidos, con sus historias a cuestas, que el Mediterráneo se ha tragado sólo durante la pasada semana. ¡1.083 personas en una semana! Todas ellas han muerto ahogadas en ese mar que se ha convertido ya en el cementerio de la vergüenza para quienes vivimos a este lado de Europa; sí, para los que vivimos en esta Unión Europea cuyos dirigentes miran para otro lado ante el horror de esas muertes. Cadáveres que en ocasiones el mar devuelve a tierra, como hace pocos días cuando fueron hallados en las playas de la costa oeste de Libia 117 cuerpos;  imágenes sobrecogedoras que no hacen sino remover nuestras conciencias y hacernos sentir impotentes y culpables a partes iguales.
No es la primera vez que escribo sobre barcazas hundidas en medio del Mediterráneo y, mucho me temo, que no será la última; no, mientras no se pongan de acuerdo los políticos de la UE para actuar sobre el terreno e impedir que las mafias sigan llenándose los bolsillos a costa de la ilusión por lograr una vida mejor o a costa de la desesperación de quienes se ven obligados a huir de guerras, persecuciones y asesinatos de gobiernos arbitrarios.
A estas migraciones procedentes en su mayoría de países en conflicto del África subsahariana, se añade el flujo migratorio causado por las interminables guerras en países como Irán o Afganistán, que ha provocado una crisis humanitaria sin precedentes desde la segunda guerra mundial, según denuncia Naciones Unidas. Da igual si proceden de Irán, de Sudán, de Afganistán, de Malí...todas estas gentes necesitan ser acogidas por una Europa que no las quiere, una Europa cuyos gobernantes no son capaces de buscar soluciones a este terrible drama humano. Todo lo que se les ha ocurrido es pagar a Turquía para quitárselos de encima - un acuerdo, por cierto, que Amnistía Internacional ha denunciado por considerarlo ilegal, solicitando a la UE que paralice de inmediato las devoluciones. 
Mientras, seguimos viendo los campamentos atestados de mujeres, hombres y niños; como si fueran animales, detrás de vallas de alambrada levantadas con una rapidez inaudita por las autoridades locales, en condiciones infrahumanas, y con la única ayuda de las ONGs. Siempre las ONGs. Al horror de estos campamentos hay que añadir los miles de desaparecidos - sobre todo niños y niñas - de los que se desconoce sus paradero pero que llegaron a Europa. Y el peor de los dramas, el de los muertos en el mar Mediterráneo de los que hablaba al comienzo. Los datos son difíciles de asumir. Sólo en los cinco primeros meses de 2016 y hasta el 31 de mayo, 2.443 han perdido la vida, mientras que 205.509 migrantes y refugiados han llegado a Europa por vía marítima, desembarcando en Italia, Grecia, Chipre y España, según la Organización Internacional para las Migraciones. 
No espero que los políticos españoles, enfrascados en una nueva campaña electoral - por mucho que la llamemos precampaña - aporten soluciones al drama de la emigración y de los refugiados. No espero que sean capaces de llegar a un acuerdo en torno a este delicado y urgente tema de carácter humanitario. Y no lo espero porque el domingo comprobé abochornada y con pena cómo quienes dicen ser los representantes de una nueva forma de hacer política cayeron en lo peor de la vieja política, en la demagogia, utilizando a los refugiados como arma arrojadiza electoral. No lo esperaba ni de Pablo Iglesias ni de Albert Rivera. Pero eso es lo que pasó en Salvados, el programa de Jordi Évole.
Escuchar a Rivera acusar a Iglesias de demagogia por ir a Grecia a "abrazar a Tsipras" mientras él había ido a "abrazar a niños" refugiados, me pareció muy desafortunado y tan demagógico como cuando Iglesias acusó a Rivera de ir a los campamentos a hacerse fotos para sacar rédito electoral. A favor de Rivera diré que fue el primer candidato que visitó varios campos de refugiados en Grecia. ¿Por motivos electoralistas? por lo que sea, lo importante es que los políticos conozcan de primera mano la realidad de los refugiados. Pedro Sánchez también se acercó pocos días después a dos campos de refugiados en Alemania, pero quienes siguen sin conocer sobre el terreno las penurias de los refugiados son Mariano Rajoy y Pablo Iglesias. Lo del presidente del PP no me sorprende, lo del presidente de Podemos, sí. 
De las muertes en el Mediterráneo, ni una palabra les escuché a nunguno de los dos candidatos de la llamada nueva política. Así que sólo espero que en la campaña que comienza oficialmente el jueves a las doce de la noche y que, por lo que veo, se presenta crispada y subida de tono, los candidatos hablen de los refugiados y de los emigrantes sólo para decir que están dispuestos a llegar a un acuerdo que trate de poner fin al creciente drama de tantas y tantas personas que sueñan con una vida mejor y que se quedan por el camino en ese cementerio de la vergüenza en el que se ha convertido el Mediterráneo.