miércoles, 20 de mayo de 2015

LA CARA Y LA CRUZ DE CIUDADANOS

Vaya por delante mi simpatía por lo que comenzó llamándose Movimiento Ciudadano hace un par de años y hoy es Ciudadanos, el partido que más sube en intención de voto, según las encuestas. Un partido que obtuvo representación en el Parlamento Europeo en las elecciones del pasado año y que en las elecciones andaluzas de marzo obtuvo nueve importantes escaños en el Parlamento autonómico. Un partido que, según las encuestas, va a convertirse en lo que los cursis llaman "la llave de la gobernabilidad" en muchos ayuntamientos y Comunidades Autónomas después de los comicios del próximo 24 de mayo. 
A ver qué pasa, porque en este país las encuestas las carga el diablo. En este país y en el Reino Unido, por lo visto. En el país vecino, donde se acaban de celebrar elecciones generales, las encuestas coincidieron en pronosticar una histórica derrota del partido conservador de David Cameron. El primer ministro, ya con las maletas hechas para abandonar la residencia oficial, parecía haberse resignado. Pero llegó el día de las elecciones y las urnas dejaron claras dos cosas: que no hay que fiarse de las encuestas, y que a los ingleses les va la marcha, porque David Cameron no sólo no perdió sino que obtuvo una victoria tan amplia, que seguirá viviendo en Downing Street y gobernando en solitario, ahora sí, otros cuatro añitos. 
Aquí ya sabemos por experiencia que esto puede pasar. Y en estos comicios más, teniendo en cuenta el elevado número de indecisos que hay a menos de una semana de las elecciones municipales y autonómicas. Leo con sorpresa que el porcentaje de votantes que aún no saben a quién van a votar se sitúa entre el 30 y el 45 por ciento. ¿Tantos? Entre ellos, está claro que habrá mucho 'voto oculto', personas que saben a qué partido van a votar pero no quieren que se sepa y dicen que no saben. Así que, cuidado con las encuestas.  
Ciudadanos, por lo demás, es el enemigo a batir para el resto de las formaciones políticas, pues parece que a todos resta votos. Y es que, además de las encuestas, Albert Rivera es el político mejor valorado. No es de extrañar que esto sea así, teniendo en cuenta al resto de los líderes. Rivera desprende una simpatía que otros no tienen, una frescura que ya quisieran algunos, como Pedro Sánchez, que se presenta como ese tío cercano, simpático, pero que le pierde esa pose de 'mecachis qué guapo soy'. No sé, para mí que le falta algo. No acaba de convencer, ni en su propio partido. Pero bueno, mejor que Rajoy, ¡dónde va a parar! Rajoy tiene a su favor su galleguidad, esa retranca, esa forma de hablar sin decir nada o diciendo más que lo justo. La verdad es que en estos años se ha soltado, pero no suficiente. Y con los casos de corrupción saliendo a diestra y siniestra de la chistera del PP, lo que transmite es de todo menos honradez y cercanía. En cuanto a Pablo Iglesias, pues sí, lo de la coleta es muy de colega. Y seguro que lo es. Pero tiene malas pulgas, poca paciencia, se irrita con demasiada facilidad y cae con frecuencia en el insulto. Así que Rivera, con esa cara de no haber roto un plato y su simpatía, sin un mal gesto, se lleva a la gente de calle.  
Lo que ocurre dentro del partido es otra cosa. Porque en C's no es oro todo lo que reluce y corre el riesgo de ver empañada su imagen por conductas propias de los partidos viejos, esos de los que Ciudadanos reniega. C's se presenta como el partido del cambio sensato, pero parece que no se ha conducido con demasiada sensatez a la hora de crear las listas electorales. En su afán por estar presente en la mayor parte del territorio ha incluido en ellas a personajes y personajillos con perfiles políticos poco claros y cabezas de lista que, en los casos más escandalosos, el propio partido ha tenido que expulsar. Por no hablar de la inclusión de personas que no sabían que se presentaban a las elecciones. 
Este es un partido que lleva a gala su carácter democrático y transparente, que promueve la elección de sus órganos de representación a través de primarias, que pide a los demás partidos que establezcan el mismo sistema de primarias para la elección de sus candidatos. Todo eso está muy bien. Por eso, al igual que la mujer del César, Ciudadanos no sólo debe ser transparente sino parecerlo y, entre otras cosas, permitir con total naturalidad la presencia de una nueva corriente crítica denominada Democracia en C's. Formada por simpatizantes y militantes, defienden la elección en primarias abiertas, libres y participativas. Son personas comprometidas con el espíritu del partido, pero que critican que se hayan 'colado' candidatos arribistas, garbanzos negros, que pueden hacer mucho daño al partido.
Rivera, mientras, se ha convertido en el hombre de moda a pesar de llevar años en el parlamento catalán. Todo el mundo le conoce. Todo el mundo sabe quién es. Radios, televisiones, periódicos, revistas, semanarios...todos le entrevistan. Albert se hace querer. Es muy cercano. Y eso está muy bien. 
Pero, empeñado por ser original y no repetir siempre lo mismo, ha acabado metiendo la pata con ocurrencias como la de afirmar que la regeneración del país sólo pueden hacerla quienes han nacido en democracia. Los nacidos antes de 1975 somos sospechosos o incapaces. A Rivera le llovieron por todos lados las críticas, e intentó salir al paso como pudo, diciendo que sólo pretendía comparar a su joven candidata a la alcaldía de Madrid, Begoña Villacís, una abogada nacida en el 77, con la candidata del PP, Esperanza Aguirre. Error, craso error. Para atacar políticamente a Aguirre hay mucho donde escoger. Sólo hay que ver el Intermedio. La edad no debería ser arma arrojadiza para nada. Bastante tenemos ya con el excluyente mercado laboral. De modo que si algún día me da por entrar en política, que no creo, espero que nadie dude de mi capacidad e intenciones de participar en la regeneración del país, por el sólo hecho de no haber nacido en democracia.
Por lo demás, Rivera también ha tenido que matizar otro tema espinoso relacionado con el "uso impropio de la vivienda". Según el programa de C's, habría que establecer un límite máximo de habitabilidad. A la pregunta de en qué consistiría, el secretario de Acción Política del partido, Antonio Espinosa, dijo a El Mundo que "un buen criterio son dos personas por habitación". Está claro que Espinosa ha nacido después de 1975, que no conoció el baby boom de los años 60 con familias numerosas, pero numerosas de verdad, no la birria que hay ahora de tres hijos. Nosotros éramos seis hermanos y no tenía ningún mérito. Había familias con más de 10 hijos e incluso 20. ¡Cómo creen en C's que vivían! Es cierto que las casas eran más grandes que las de ahora, pero con todo, en las habitaciones dormían más de dos, de tres y hasta más de cuatro o cinco hermanos gracias a las famosas literas. De verdad, puedo entender el fondo de lo que propone Ciudadanos de evitar los pisos patera, pero la solución raya el ridículo, reconozcámoslo. De hecho Rivera tuvo que salir al paso diciendo que su partido no va a entrar en cuántas personas duermen en una habitación. ¡Sólo faltaba!

Así que después de una semana de soportar críticas, de recibir algún que otro rapapolvo y de ser tildado de "niñato", Rivera ha decidido limitarse a seguir el guión con el que le estaba yendo muy bien, según las encuestas. A repetir lo que ya sabemos y que tanto interés está despertando: que Ciudadanos es un partido que quiere gobernar para todos, y no sólo para la mayoría como dice el PSOE en sus desafortunados carteles de campaña. Un partido que propone una nueva forma de hacer política basada en el diálogo, para los ciudadanos, alejada de los despachos, que quiere resolver los problemas de verdad, empezando por el paro. Porque el paro, aunque Rajoy diga que ya no se habla de él, sigue siendo el mayor problema del país. Un partido, Ciudadanos, que está en contra de la corrupción, como no podía ser de otro modo. En definitiva, el partido naranja se presenta como el partido del cambio sensato. Estaremos atentos a ver si no acaba como los otros partidos, donde el que se mueve no sale en la foto, donde no se admiten críticas constructivas, donde se actúa como si fueran sectas en vez de organizaciones democráticas. 



Cartel con el que se presentó Albert Rivera 
a las elecciones catalanas en 2006





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