Hoy no quiero hablar del circo parlamentario en el que estamos
inmersos. No voy a hablar de los políticos de pandereta, de la mediocridad de
la clase política. Hoy quiero hablar de un político de verdad, de un político
comprometido y con convicción de servicio público. Quiero hablar, sobre todo,
de un amigo entrañable y leal, de una persona excepcional. De Antonio
Asunción.
Alcalde de Manises, su ciudad natal, fue
también presidente de la Diputación de Valencia, responsable de Instituciones
Penitenciarias y Ministro del Interior, además de diputado en Cortes y diputado
autonómico. "Menos presidente del gobierno y Papa, he sido de todo",
bromeaba. Allí donde estuvo demostró dos cosas: que creía en lo que hacía y que
comprendía que el progreso de un país sólo es posible con una buena gestión de
los dineros públicos. Fue un político de los pies a la cabeza, comprometido
también con su partido, el PSOE, un partido ingrato que no supo apreciar lo que
significaba tener en sus filas a una persona como él y que acabó expulsándole
de mala manera porque, como he dicho, vivimos en una época en la que se lleva
lo mediocre, salvo raras excepciones. Y Toni era todo menos mediocre. Dejó la
actividad política, tras apoyar la creación de lo que hoy es Ciudadanos, para
centrarse en la empresa privada, donde algunos quisieron también manchar su
imagen sin conseguirlo. Porque Toni era también un hombre íntegro y
honrado.
Si como político fue excepcional, como
persona, como amigo, se superaba. Entrañable y leal. Discreto, hermético para según qué cosas, me enteré de que estaba enfermo hace cuatro días. Cuatro días en los que estuvimos en contacto. "Me dan el alta el viernes. Te llamo el fin de semana", me dijo. "No dejes de hacerlo", le pedí. "Lo haré", contestó. No hubo fin de semana para él. No hubo conversación.
Conocí a Toni hace muchos años, en su
última etapa de Secretario de Estado de Instituciones Penitenciarias cuando yo
acababa de empezar a trabajar como corresponsal política en el Congreso de los
Diputados para Fax Press. Pero, realmente, fue a partir de su nombramiento como
ministro del Interior cuando comenzamos una amistad que ha durado hasta ahora.
Me dejó claro desde el primer momento que siempre estaría ahí, como así ha
sido, que podía contar con él para lo que fuera. Recuerdo cómo se ocupó de mí
durante mi breve aventura valenciana; cómo, un año después, pensó en mí para
que fuera su jefa de prensa cuando fue nombrado portavoz del Grupo Socialista
en las Cortes Valencianas. Yo, no lo dudé ni un instante. Aquello no salió
porque el partido socialista en Valencia saltó por los aires en medio de
guerras internas que aún hoy parecen no haber resuelto, y Toni dimitió. Lo
lamentó, me dijo desolado, por mí. Nos vimos mucho en esa época hasta que yo
decidí dar un vuelco a mi vida y dejé Madrid. Nos perdimos la pista aunque yo
siempre supe de él a través de Pilar, amiga y mejor persona, a quien unía una
amistad inquebrantable con Toni.
Mi reencuentro con él se produjo hace tres
años. Le llamé y acudió enseguida. Fue como si nos hubiéramos visto el día
anterior. El paso del tiempo no había hecho mella en nuestra relación y supe
que siempre sería así con él. Su vida profesional le obligaba a pasar más tiempo fuera de España que dentro pero, a partir de ese día del mes de julio que comimos juntos, que nos reímos, que hablamos de todo, nos mantuvimos en contacto. Ocupado como estaba, siempre encontró un hueco para verme cuando yo le llamaba, dejándome claro que podía contar con él como el amigo entrañable que fue y será, al que ya echo de menos.
"El amor está muy bien a su modo, pero la amistad es una cosa mucho más alta. Realmente no hay en el mundo nada más noble y raro que una verdadera amistad", Oscar Wilde.
Antonio Asunción.
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